No hay Sherlock Holmes en los cuerpos de Policía. Los superhéroes que resuelven crímenes sin despeinarse y, además, presumen de una moral intachable no existen. Al menos, eso es lo que asevera el periodista Manu Marlasca (Madrid, 1967) después de 36 años en el mercadeo de dossiers, atestados y sumarios. No ha tenido que realizar una extensa labor de documentación para dotar de verosimilitud a los integrantes del grupo X, los protagonistas de su primera novela, Si tú bailas yo disparo (Destino, 2024). Con un torso femenino en una maleta como punto de partida, este grupo de polis “con zonas oscuras”, se sumergen en una historia que pretende mostrar con verosimilitud las técnicas de investigación de un grupo de homicidios. 

Tú bailas y yo disparo. ¿Por qué se decantó por ese título?

Los policías, además de investigar crímenes y de hacer un trabajo muy especial, por su fin y características, son personas. Algunos son francamente torpes disparando y a otros les encantaría aprender a bailar, porque no saben. Quería llenar de rasgos de humanidad a los policías, aunque la novela está centrada en un asesinato.

Y es tremebundo. Los policías encuentran un torso de mujer en una maleta. ¿Es un caso inspirado en un suceso real? 

Esa escena, ese torso, es una imagen que me llegó cuando me hice con un sumario policial y judicial de un crimen que se perpetró en Madrid. El asesino dejó al cadáver así, metido en una maleta. Esa imagen me impresionó mucho. 

¿Hasta sobrecogerle? 

Es una fotografía muy potente, muy poderosa, muy bestia. Despersonalizar a la víctima hasta el punto de mutilarla es tremendo. Y por eso elegí ese arranque, aunque la trama va por otro lado.  

"Despersonalizar a la víctima hasta el punto de mutilarla es tremendo. Y por eso elegí ese arranque, aunque la trama va por otro lado"

Dice que, más que una novela policíaca, ha escrito una novela de policías. Como periodista que se ha curtido en las secciones de sucesos conoce bien el Cuerpo, ¿cierto?

Claro. Me he ahorrado la parte de documentación que toda buena novela tiene que tener, sea de la materia que sea. Es importante para hacerla creíble, para hacer verosímil la trama y los personajes. En este caso, no ha sido necesaria. Llevo 36 años metido en las dependencias policiales. 

La práctica totalidad de su carrera profesional. 

He pasado mucho tiempo con las brigadas, en comisarías y comandancias… Esa parte la traía de serie. 

¿Por qué ha escrito esta historia? 

En el año 2006 comencé a escribir un cuaderno con apuntes para lo que podría ser una ficción. Son notas de la realidad, que describen las situaciones que me he ido encontrando en mi desempeño diario. Contienen detalles de las características de algunos policías y delincuentes, de sus rasgos personales, de lo que hacían y de qué decían. 

"Cuando un policía te cuenta algo, a veces, está saltándose algún límite, alguna norma. Lo que no puede hacer un periodista es traicionar esa confianza"

¿Cómo se convierten estos apuntes en una novela? 

Esos son los primeros mimbres. Luego pensé una trama y una serie de personajes, un grupo de investigación de la Brigada de Madrid, una de las unidades que mejor conozco. 

Casi de manera obligatoria, ha entablado una relación estrecha con muchos policías. ¿Cómo es la relación de un periodista de sucesos con un agente del Cuerpo? Imagino que, en ocasiones, está marcada por la tensión, ya que los intereses son dicotómicos…

Siempre se mueve en un filo muy fino que se puede romper en cualquier momento. Es una relación basada en la confianza. Cuando un policía te cuenta algo, a veces, está saltándose algún límite, alguna norma. Lo que no puede hacer un periodista es traicionar esa confianza. 

El periodista traiciona al policía. ¿Qué ocurre en ese caso? 

Si lo hace, está muerto. Si yo he sobrevivido tantísimos años como profesional de este tipo de información es porque he respetado esos códigos. 

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Quizá el respeto a esos códigos y el conocimiento del terreno le ha llevado a escribir una historia habitada por “personajes con zonas grises”. ¿Cómo es ese equipo de inspectores? ¿Cuáles son sus sombras? 

Como periodista, novelista y como ser humano me interesan las zonas grises que tenemos todos los seres humanos. Y los policías son personas. También tienen zonas oscuras que, seguramente, no les interesa revelar. Los superhéroes que resuelven crímenes y que, además, son unos tíos impecables no existen. 

Esto significa que huye de los clichés de la novela negra. 

Sí, es que, además, no hay un solo policía que lo resuelve todo, sino un grupo de investigación en el que hay generaciones y sensibilidades distintas. Ese no es un planteamiento habitual en la novela negra. Uno de los mayores esfuerzos que he hecho en la novela es humanizar a estos agentes, darles unos perfiles muy, muy, muy humanos. Quiero, sin sentar al policía en ningún diván, enfocar sus vulnerabilidades. 

Un compañero de profesión, Javier Gallego, contó en una entrevista para este mismo medio que “una novela no puede hacerse a sorbos” y que es tan demandante como el periodismo. ¿Le ha resultado difícil compaginar ambas cosas?  

Hay que encerrar al periodista en un cajón y compartimentar. La novela me ha exigido mucho porque, en primer lugar, soy un novato en la literatura y, además, escribir ficción es un esfuerzo asimilable a cualquier entrenamiento. Una novela es tan exigente como cualquier maratón. Sé de lo que hablo, he participado en unos cuantos.