FUE brutal la conmoción generada por el suceso ocurrido la semana pasada a la salida del colegio Berriotxoa de Santutxu, cuando una adolescente apuñaló a otra, al parecer, por querer ambas al mismo chico.

Un suceso que tiene que hacer reflexionar a los progenitores, comunidad educativa y responsables políticos sobre por dónde están yendo las relaciones entre los más jóvenes. Sé que es un caso solo y no es lo habitual. Generalizar es peligroso. Pero hay que tener en cuenta que a esas edades se forja la personalidad propia y social de la que luego será persona adulta. Un periodo especial que requiere estar muy encima de los chavales y chavalas para conseguir no solo que se eviten sucesos tan graves como el referido, también erradicar situaciones dramáticas como el bullying o acoso escolar.

Nunca antes estos casos han sido tan graves. Las estadísticas de adolescentes que acuden al psicólogo apabullan y si tenemos en cuenta los suicidios en este colectivo dan ganas de parar el mundo y bajarse. Todos los que peinamos canas hemos sido testigos o víctimas de estas situaciones de injusticias en los centros escolares. La sociedad siempre ha generado demasiada crueldad entre los imberbes. Pero ahora toca vivir una época en la que las redes sociales, me temo, están contaminando en demasía unas relaciones que debían protagonizar una deriva más sana.

Hay que hacérselo mirar. Los adolescentes de hoy son la sociedad de mañana.