La lucha por el dominio del norte peninsular, incluyendo Enkarterri y alrededores, “se prolongó entre el 31 de marzo y el 21 de octubre de 1937 y la participación de la Aviación Legionaria Italiana (ALI) resultó determinante para arrebatar su control al Ejército de la República”, señala Javier de la Colina Aranceta. Con su padre, Javier de la Colina Menéndez y Fernando Obregón –“el mayor experto en la Guerra Civil en Cantabria”– explora el papel transalpino en la zona, enfocado en los bombardeos.

Aludiendo a la crónica meteorológica italiana del bombardeo de Gernika, escribieron que “consiguió llenar el cielo de “un viento fuerte del norte, vento frotissimo da nord”, el título elegido para el libro que presentan hoy en el Museo de las Encartaciones con una charla seguida de una ruta hacia la estación de Traslaviña (Artzentales), uno de los enclaves afectados. Se puede adquirir en el estanco y la farmacia de Sopuerta y las librerías Elkar.

Una de las reproducciones que aparecen en el libro. J. De la Colina

Pese a que la intervención italiana fue “la más numerosa de todas las participaciones internacionales en el conflicto, poco se sabe sobre su implicación en el Frente Norte, donde se involucró en los ataques aéreos de forma directa y casi exclusiva”. La publicación trata de llenar ese vacío con “descripciones de cada bombardeo, imágenes procedentes de los archivos militares italianos y listados detallados de las víctimas” que descubren “la magnitud” de lo ocurrido.

La idea para el libro surgió cuando en 2017 “trajeron los famosos papeles de Roma” para una exposición que por primera vez rescató la huella de la Guerra Civil en Enkarterri que albergó el Museo de las Encartaciones, coincidiendo con el ochenta aniversario de la caída de la comarca en manos franquistas. Indagando en “si los italianos estaban tras el bombardeo de Sopuerta” –municipio natal de los Colina padre e hijo, ambos farmacéuticos– “empezamos a indagar” a partir de la lectura de “más de 10.000 documentos en italiano”. Localizaron “un montón de bombardeos sin identificar que en las Merindades y áreas de Cantabria ignoran que existieron”.

Fotografía tomada durante un bombardeo. Museo de Las Encartaciones

Y es que, pese a que las bombas italianas descargaron sobre “Galdakao, Igorre, Derio, Bedia y el cinturón de hierro en la memoria colectiva se conservan los ataques a Durango, Elgeta, Elorrio y Gernika”. Una treintena de lugares también se convirtieron en objetivo y que “apenas se han estudiado, se cometieron sobre Sestao, Portugalete, Turtzioz, Artzentales, Sopuerta, Somorrostro y Valle de Villaverde, Las Merindades (Corconte, Soncillo, Virtus, Valle de Mena, Villasante y Bercedo) y Cantabria (Vargas, Selaya, Sarón, Torrelavega, Solares, Renedo, Reinosa, Ontaneda, Olea, Los Corrales de Buelna, Gibaja, Castro Urdiales, Astillero, Treto, Colindres, puerto de Santander y los aeródromos de La Albericia y de Argomilla)” como detalla una investigación de en torno a 400 páginas, con prólogo del director del Museo Memorial Cinturón de Hierro, Aitor Miñambres Amezaga.

Más de una treintena

La aviación italiana venía de “incursiones estratégicas, el eufemismo con el que ellos las denominaban: es decir, bombardeos masivos en un área concreta, acometidas en Eritrea”. En la Guerra Civil española “habían sufrido un fuerte revés en Guadalajara y tras la caída de Bilbao tomaron Santander como algo suyo, ya que no estaba la aviación alemana”. Han documentado más de treinta enclaves masacrados en dos meses. Con base “sobre todo en Soria, desde allí marcaban los objetivos”.

Descarga de bombas.

En aquella época “hablaban de que cientos de miles de refugiados” vagaban por Enkarterri huyendo del conflicto. De hecho, el Ayuntamiento de Bakio llegó a instalarse en Zalla. El ejército “desarrolló bombarderos propiamente dichos: primero uno de gran capacidad y luego otro más rápido, que ya para la Segunda Guerra Mundial quedaron obsoletos y probaron aviación más moderna. Contra la opinión generalizada de que “la aviación Cóndor participó más, la italiana significó la representación más numerosa en cuanto a aviones de toda la Guerra Civil”.

Con respecto al número de víctimas de los ataques, “no me gusta dar números, pero sí que hemos puesto nombres y alguna foto, por ejemplo, en Turtzioz”. Desde su farmacia de Sopuerta “cuando venía alguien mayor le preguntaba”. Así supo, por una señora, “que en el Valle de Villaverde el bombardeo le destrozó la pierna a una de sus vecinas y el brazo a otra, y nadie lo ha investigado hasta ahora”. Por desgracia, “mucha gente ha muerto sin querer contar lo que ocurrió y luego la familia se interesaba por saberlo”. Le sucedió con la entrevista a un veterano de la batalla de Castro Alén de 102 años. Al fallecer, “le entregamos la grabación a su familia porque forma parte de su historia y ¡en cuántas casas pasará lo mismo!”, lamenta con un expresivo: “hemos llegado tarde a recoger esos testimonios”.

Recomienda al lector interesado “que acuda en primer lugar al tema que más interesa: el sitio que más le suene, etc., porque cada capítulo tiene su razón de ser”. Lo terminan con una cronología detallada y todo el material lo complementan con más información adicional que aporta contexto: “si en el puerto de Santander hay submarinos, hablamos de los submarinos y así con otros temas”.

Los apuntes

  • Contrastar. Transcurridos tantos años, ¿desvelará la Guerra Civil más información? “Por supuesto, quedan archivos que no se han tocado, parte de la historia todavía se desconoce, nosotros hemos abordado aspectos que no se habían publicado hasta ahora, contrastando prácticamente todos los hechos que narramos tirando de archivo”, conscientes de que los datos pueden almacenarse sesgados por cada bando. “Te puedes encontrar que hasta los propios informes que generaba un ejército eran dudosos. Por eso hay que contrastarlo”.
  • Difusión. Con el tiempo tratarán de establecer puntos de venta en todas las localidades asoladas por las bombas italianas que nombran.