A Gonzalo López-Gallego (Madrid, 1973) le abruman los ritmos impuestos por las plataformas de Streaming como Netflix. Según el cineasta, el algoritmo se erige como un dictador que ordena y manda hasta casi hacer desaparecer la figura del director. Bajo su férreo mandato desaparece la libertad creativa. Los autores están atados. De pies y manos. El resultado: un amplísimo catálogo de audiovisuales donde todos se parecen mucho entre sí.

López-Gallego, ha decidido bajarse de la rueda, saltar el muro y escapar de la dictadura. ¿Cómo?  A través de La Sombra del Tiburón (2023), el filme de terror psicológico que compite en la sección oficial de FANT –el Festival de Cine Fantástico de Bilbao– y que se proyecta hoy mismo en la sala 1 de los Cines Golem Alhóndiga a las 19.20 horas. 

Alma (Alba Galocha) está exhausta. Y ansiosa. Cada día se levanta con la desagradable sensación de que algo extraño sucede mientras duerme. No sabe si tiene que ver con su madre, que se quitó la vida, o con otra cosa. El caso es que se despierta agitada. O con unos calcetines llenos de tierra. Desesperada, coloca una cámara de vídeo en su habitación. Resulta que no está sola.

Cine fantástico de autor

Este es el escenario con el que se encuentra el espectador cuando ha pasado poco más de media hora del inicio de la proyección de La Sombra del Tiburón (2023), el último film del director Gonzalo López-Gallego. Justo Ezenarro, director del FANT, lo define como “un largometraje de autor”, de esos que no abundan por su falta de perspectiva comercial. López-Gallego coincide con él. Cuenta que cuando empezó a hacer cine solía repetirse un mantra a sí mismo: “Si algún día no consigo hacer películas que me hagan feliz, siempre puedo coger una cámara y lanzarme a hacer algo”, recuerda.

Ahora, con casi 50 años, es precisamente lo que ha hecho. “El proceso artístico está cada vez más acotado [por las productoras, que buscan proyectos afines a las exigencias de plataformas] y, llegado un momento, decidí dar el salto”, confiesa. La película, entonces, nace del hastío, de sus ganas de “reconectar con la esencia de la creación artística”. 

Esa reconexión ha pasado por tener que asumir la responsabilidad de todas y cada una de las fases de creación de la película que se presenta hoy en Bilbao. Así,  López-Gallego firma su guion, pero es también productor y montador. La única fase del proyecto que no tiene su sello es la música, que ha corrido a cargo de Remate (Madrid, 1974).

“Creo que la música de La Sombra del Tiburón habla mucho de Gonzalo”, apunta el músico, autor de 15 álbumes de canciones y 11 bandas sonoras y colaborador habitual del director. Subraya, además, que éste da una importancia primordial a todos y cada uno de los aspectos de sus trabajos. Y la música no es una excepción. 

‘Raves' en la gran pantalla

Remate en Azkuna Zentroa Pankra Nieto

En este caso en particular, la película no podría entenderse del todo sin su banda sonora. “La música ocupa un rol central. Creo que estoy dentro de la cabeza de Alma, la protagonista, en la mayoría de la peli. Disparo esos pensamientos y dudas que tiene”, describe Remate.

Según el mismo, la idea original de López-Gallego era trasladar la música de un disc jockey al cine. Y ese es, exactamente, el trabajo que ha hecho remate. El filme está plagado de ritmos electrónicos que transitan entre géneros como el techo o el trance, que van acelerándose (o pausándose) en consonancia con las indagaciones de Alma, que realiza sus pesquisas para saber qué diablos ocurre cuando cae dormida. 

Por otro lado, el cineasta ha desvelado que ya está trabajando con el músico en otro proyecto, una película de ciencia-ficción, cuya producción afronta de la misma forma que La sombra del Tiburón. "No tengo prisa. Me llevará años", admite el director madrileño.