El período de maceración que ha decidido aplicar Pedro Sánchez a su decisión sobre una eventual renuncia se ha convertido en un factor de recomposición política pero no garantiza una salida no traumática. En las filas del Gobierno, el tiempo transcurrido desde la carta del presidente está discurriendo entre la cohesión del socio minoritario, que cierra filas con la continuidad de la coalición de gobierno, y un proceso de compactación de las bases del PSOE cuyo grado de éxito está por determinar aún y no podrá ser contrastado hasta que se pase por las urnas, y las elecciones europeas no garantizan, por sí solas, un baremo fiable. La eventualidad de una renuncia de Sánchez no implica automáticamente una nueva convocatoria electoral pero tampoco deja un liderazgo alternativo igual de referencial para prolongar la legislatura con garantías en un gobierno de coalición. No siendo la consecuencia automática, la salida de Sánchez orienta el calendario hacia una repetición electoral cuyas fechas no parecen propicias hasta después del verano. Otra alternativa, para la que ya se postula Alberto Núñez-Feijóo, sería la encomienda del jefe del Estado de un nuevo intento de investidura del líder del PP. En este sentido, no ha habido desde su fracaso anterior ningún factor que alimente la expectativa de que su figura esté reforzada. Al contrario, la dedicación exclusiva de su labor de oposición al desgaste y la confrontación no se ha orientado solo hacia el Gobierno sino al conjunto de fuerzas políticas que lo respaldan desde fuera. Estas son las mismas fuerzas de las que depende el PP para alcanzar una mayoría en la actual configuración parlamentaria y su estrategia, así como las políticas aplicadas por los gobiernos que comparte con la ultraderecha de Vox, solo han agrandado la distancia y la desconfianza con ellas. La convicción añadida de que un final abrupto del Gobierno de Sánchez sería la consecuencia de su estrategia constante de discursos políticos de deslegitimación democrática y mediáticos de construcción de lo que llaman ‘verdad alternativa’ cargada en bulos y populismo, mantiene a la derecha española incapacitada de disputar el centro ideológico y atraer desde él a socios periféricos. La resolución del entuerto, el lunes, puede ser demasiado tardía porque el marco ha vuelto a deteriorarse.