Imagínense ustedes que su caja de toda la vida, después de dejar su barrio sin sucursal y poner horarios discriminatorios según sea cliente o no, culmina su estrategia de atención al cliente alegando la ocupación de sus sucursales por personas sin hogar y dejando en la calle sus cajeros automáticos para mayor seguridad y comodidad de sus clientes. Imagínense que usted como cliente quiere expresar su queja y, después de un proceso en el que cualquiera puede leer su escrito, pues la confidencialidad es nula, recibe una contestación por escrito anónima, sin firma legible, sin identificación del responsable de área, sin dirección de ningún tipo. Los de la “cercanía” y el “compromiso ético”, los de las fotografías de sonrientes empleados y directores, no dan la cara. Vuelvo a expresar mi disconformidad y ya ni siquiera contestan. Para coger tu dinero sí; para atender críticas están desaparecidos.