Columnista de El Mundo, sindicalista y preso de las cárceles franquistas durante cinco años al que ETA segó la vida el 7 de mayo de 2000: No olvido aquel domingo lluvioso en que tuvimos que interrumpir el programa matinal de la radio pública para informar de su asesinato después de comprar la prensa y haber desayunado en su cafetería de costumbre en Andoain. El paraguas rojo junto a su cadáver cubierto por una sábana se convirtió en un símbolo. Al día siguiente, el ya líder de la izquierda abertzale desde hacía varios años, Arnaldo Otegi, se refirió así a su ejecución: “ETA pone sobre la mesa el papel de los medios de comunicación y de determinados profesionales de los mismos que, a su juicio, plantean una estrategia informativa de manipulación y de guerra en el conflicto entre Euskal Herria y el Estado”. Todavía no ha pedido perdón.