Quiénes somos? ¿Qué somos nosotras y nosotros? Muchas veces nos lo hemos preguntado como consecuencia de la negación nacional que los Estados que nos han dominado han pretendido imponer. Y para llevarlo a cabo, nuestra historia, lengua, cultura y tradiciones no sólo han sido pisoteadas, sino incluso menospreciadas, argumentando que la naturaleza de nuestra nación es imaginada, con el fin de poner así en entredicho nuestra conciencia nacional.

Otra es la realidad que, sin embargo, han querido ocultarnos. Quienes a lo largo de la historia visitaron o cruzaron nuestras tierras han descrito con bastante claridad el carácter propio y diferenciado de nuestro pueblo. Lo que los Estados negacionistas han intentado, en todo caso, silenciar.

Quien ha llegado del exterior ha tenido más claro que nosotras y nosotros que aquí ha existido un pueblo, y que existe. 

Euskal Herria es un término que franceses, ingleses o alemanes utilizaban desde hace tiempo. Das Landt Baschko, Landes Baska, Terre Basque, Basque Country, Eusquel Erria, Heuscal Herria... Y los autóctonos al-bashkiya, basken, vascón, euscaldunac… “Los vascos, en todo caso, son el remanente de una tribu de gran antigüedad que en otro tiempo estuvo más extendida”. (George Gerlan). Quienes no éramos/somos ni españoles ni franceses. Orson Welles nos recordó claramente lo que éramos: “No, los que viven aquí no son ni franceses ni españoles. Son vascos”. Y antes, Alfred von Wolzogen, en 1852: “Los vascos sólo quieren ser vascos”. Y antes, La Tour d ‘Auvergne-Corret (1801): “Los vascos sólo se parecen a sí mismos”. Y antes, Wilhelm Von Humboldt (1799), en su carta a Goethe: «Nunca he conocido un pueblo que hubiera mantenido un carácter nacional tan marcado». Como dice Víctor Hugo: “Se nace vasco, se habla euskera, se vive en euskera, y muere vasco”. (1843).

Como dijo Etienne de Jouye en 1817 a sus compatriotas franceses, la pequeña nación vasca no se parece a ninguna, ya que todo tiene su carácter original, todo está marcado por ese viejo sello que la fragancia del tiempo hace aún más respetable. John Adams también lo tuvo claro al visitar Euskal Herria en 1780, y escribió a los americanos: “Este sorprendente pueblo ha conservado su antigua lengua, su carácter, sus leyes de gobierno y sus maneras, sin cambios y por más tiempo que cualquier otra nación europea”.

La gente que se ha acercado a nosotros no sólo ha sabido quiénes éramos, sino también cuál era nuestro territorio. Así, en 1496, Arnoldo Von Harff tenía claro cuál era el límite meridional de nuestra tierra: “Después de Viana, pasa sobre un puente de piedra el río Ebro, donde termina el Reino de Navarra y, por el otro lado, comienza el país de España”. Alejandro Dumas de Iparralde (1846): “En cuanto a la lengua y la indumentaria, los de Bayona no pueden considerarse como tales”. Y como nos recordará Wilhelm Von Lüdermann en 1822: “Fuera de sus montañas, no conoce patria, y habla siempre de Francia como de un país extraño”.

Tenían claro los escritores extranjeros que Euskal Herria está formada por ciudadanos de siete territorios. En opinión de Auguste Dufou (1834): “La población de Navarra es vascona de tronco vascón... y los vascongados o euscaldunac también forman parte del tronco vascón, y tienen gran afición a sus privilegios, ya que los hace independientes en cierto modo”. Sobre el Sur decía Le Play en 1833: “Este país está formado por cuatro provincias con libertad casi absoluta... Son auténticas repúblicas”. Igual que Jean-Français Bourgoing, en 1789: “En muchos aspectos se entiende que está más allá de las fronteras españolas. Navarra y Bizkaia se consideran regiones separadas e independientes. Más claro aún lo tenía Katherine Douglas en 1919: “Su división política está formada por siete provincias hermanas, Zazpiak bat, la Eskual Herria de las naciones e historias vascas”. Un pueblo al que la frontera no separaba.

Pero como recuerda Pierre Margen: “Se ahogaron en la masa de los dos grandes estados de la zona, tuvieron que reconocer a señores más altos, aunque siguieran siendo ellos, vascos en cualquier caso” (1909). O más claramente en palabras de Cenac-Moncaute (1854): “Esa nacionalidad compacta, hablando el mismo idioma y compartiendo los mismos vaivenes, está destruida en dos partes por una división violenta que nada puede justificar”.

Y así, no es de extrañar que también aquí haya surgido hace tiempo la idea de que formamos una nación frente a esos dos grandes Estados. Sabino Arana aportaría un cuerpo político claro y completo a lo expresado por el alavés Joakin Landazuri, el labortano Dominique Joseph-Garat, el suletino Agustí Xaho y el navarro Arturo Campión: “Euzkadi es la patria de los vascos”. 

Nuestra condición de nación se ha visto reflejada desde entonces en los diferentes proyectos vascos habitados, y así lo han explicado nuestros representantes, entre otros, en el proyecto de Estatuto de Estella (“El País Vasco, formado por las actuales provincias de Álava, Gipuzkoa, Navarra y Bizkaia, es una entidad natural y jurídica, con personalidad política propia”); en el documento de Itsasu de 1963 (“Somos un pueblo y un solo pueblo, según los usos de la lengua de la raza de la Tierra, desde el pasado y la voluntad actual de una nación”) y en el proyecto de un nuevo estatus político del lehendakari Ibarretxe (“Euskal Herria es un pueblo con personalidad propia en el conjunto de los pueblos de Europa”).

Y, esa realidad que los extranjeros nos han transmitido y que tenemos clara desde nuestro propio instinto, se plasmó con el objetivo de llegar al mundo, por primera vez, en el Aberri Eguna de 1932. El día de la Nación Vasca.

Y por eso hoy también estamos aquí, celebrándolo. Para proclamar en voz alta la existencia de la nación vasca a las conciudadanas, al mundo y, sobre todo, a quienes quieren negarla. Porque todos los años es un día para decirnos a los siete vientos lo que somos y quiénes somos.

¿Quiénes somos nosotros? ¿Qué somos nosotros? Nosotros somos la nación vasca.