El Bilbao Basket está pidiendo a gritos que se acabe la temporada, a la que solo le queda un partido. Las desgracias se le han acumulado en este tramo final y ayer acabó el duelo en Manresa sin sus dos bases, la peor situación posible para afrontar el cierre en Miribilla ante el Barcelona. Contra eso poco se puede hacer y no conviene confundir la falta de recursos con la falta de deseo de ganar. El equipo bilbaino mostró una imagen mejorada respecto al anterior choque ante el Palencia, pero tampoco le alcanzó para llevarse el triunfo en cancha de un rival que dio un paso grande hacia el play-off. De esta forma, el Bilbao Basket vuelve a quedarse en tres victorias fuera de casa, como en el curso pasado, y tendrá la oportunidad este domingo de igualar el balance global de hace un año. Lo que eso suponga respecto a las competiciones europeas dependerá de los resultados de los encuentros de hoy y de la última jornada.

Desde la tierra de nadie que ocupa el conjunto de Jaume Ponsarnau desde hace varias jornadas es complicado moverse, ni para arriba ni para abajo, y las motivaciones que se pueden encontrar son escasas porque apenas quedan objetivos medibles cuando el prioritario está cumplido hace tiempo. En el Nou Congost, el Bilbao Basket peleó el partido hasta donde pudo y logró igualarlo cuando con una defensa en zona pudo bajar las revoluciones y llevar al conjunto catalán al ritmo que menos le gusta. Aún así, el Manresa logró hacer setenta tiros de campo porque a la carrera resulta imparable ya que es capaz de conseguir lanzamientos en los primeros segundos de posesión.

Pedro Martínez plantea y sus jugadores ejecutan partidos que en otros tiempos se considerarían suicidas, pero ese estilo va ganando adeptos en los banquillos europeos porque está teniendo éxito. Buscando constantemente el contacto, el Manresa mete los encuentros en una centrifugadora, en un ir y venir sin freno que arrastra a la mayoría de sus rivales. Al Bilbao Basket le costó mantener el orden en su ataque, no pudo hacer daño en las situaciones de campo abierto y eso hizo que su defensa quedara desguarnecida. Los del Bagès se lo hicieron pagar en el rebote, que fue la clave que provocó la diferencia en el marcador.

El rebote, decisivo

Después de que los hombres de negro pusieran el 63-62 y fallaran algunos lanzamientos para prolongar el equilibrio en el marcador algunos minutos, la exigencia física del duelo, pese a que Ponsarnau buscó rotaciones cortas para mantener la frescura, se les hizo insuperable. La lesión de Pantzar en la espalda hizo bajar el tono defensivo y los diez puntos en segunda oportunidad que anotaron los manresanos en el último cuarto fueron decisivos para anotarse su decimonovena victoria.

En el lado contrario, el Bilbao Basket, pese a que intentó cambiar su suerte, sumó su quinta derrota seguida, su segunda peor racha de un curso que puede acabar con sabor agridulce. Hasta hace un mes, todo el mundo le ponía una nota alta, pero los exámenes finales pueden cambiar la valoración. Por desgracia, en el deporte solo cuenta el presente y a los hombres de negro les toca ahora tragar saliva y sacar fuerzas de donde puedan para tratar de cerrar la temporada con una alegría, aunque parezca difícil.