Ya hay corrillos y grupos de WhatsApp advirtiéndolo. En algunos parques urbanos frecuentados por perros se están viendo garrapatas y esto empieza a ser algo preocupante, aunque no nuevo. En los últimos años se ha dado un aumento en la presencia de garrapatas en los prados, llegando a hablarse de plaga. Normalmente se asocian a espacios en los que abunda el ganado, especialmente vacuno y ovino, pero no solo. Varios inviernos más suaves de lo habitual han hecho que su despertar primaveral sea más numeroso.

Pero lo llamativo de este año parece ser que los perros se están infestando en parques urbanos y pipicanes. La razón es sencilla. Perros que han sido asaltados por estos arácnidos en un paseo por el campo las han transportado a la ciudad y allí se han desprendido desde sus cuerpos en lugares propicios.

Una garrapata, al acecho de un nuevo huésped de cuya sangre se alimentará. Freepik

Molestos huéspedes

En principio las garrapatas son unos parásitos externos (ectoparásitos) molestos porque su mordedura y su enganche a la piel para alimentarse con la sangre de su anfitrión al soltarse, pican. El problema es que también actúan como vectores de diversas enfermedades, algunas graves y potencialmente mortales, tanto para ellos mismos como para las personas.

A través de su saliva pueden trasmitir a su anfitrión microorganismos que han chupado de otro anterior enfermo. Así puede transmitir la enfermedad de Lyme o la anasoplasmosis, entre otras.

Su ciclo vital

Aunque las garrapatas no son muy exigentes en cuanto a qué anfitrión eligen para hospedarse y chuparle la sangre, hay tres que sienten predilección por los perros, la Rhipicephaulus sanguineus o garrapata marrón del perro, la Ixodes ricinus y las del género Dermacentor. La primera de ellas puede adaptarse a vivir en el interior de los hogares mientras que las otras dos son de exterior.

Como todos los arácnidos, las garrapatas nacen de huevos que sus progenitores ponen en rendijas y huecos húmedos en la tierra y cuando eclosionan, las larvas asciende por hierbas y matojos a la espera de un huésped al que asaltar y chupar la sangre necesaria para crecer.

Una vez elegido el sitio que morder, pueden tomarse su tiempo en buscar una parte fina y escondida, chuparán sangre hasta hincharse y entonces se soltarán para volver al suelo, esconderse y pasar a la siguiente fase de su ciclo larva-ninfa-adulto. Para ello irá de un huésped a otro hasta alcanzar la madurez sexual, cuando hará un nuevo ataque para desarrollar los huevos y soltarlos en el suelo. Este proceso puede durar entre uno y dos años.

Las señales que dejan

El aspecto de la garrapata en la piel del perro, o en la nuestra propia, puede variar desde el de una cabeza de alfiler de color marrón al de un guisante de color gris azulado en función de la especie o de la fase de madurez.

Las garrapatas vivas, más allá de un posible picor (su saliva es anestésica), no suelen ocasionar molestias mucho más allá de una pequeña irritación en la piel que puede observarse. Lo más común es la aparición de una zona hinchada y dura en la piel después de que el parásito se haya caído.

Si se produce una infección bacteriana (si la cabeza se queda dentro de la piel por arrancarla mal) o una reacción alérgica habrá una inflamación dolorosa y caliente al palparla que puede tardar entre una y tres semanas en desaparecer.

Además, una infestación intensa y continuada puede conducir a una anemia, debilitando al animal y provocar una apatía grave, que puede llegar en casos extremos a la muerte. 

Prevención y tratamiento

Para evitar problemas con las garrapatas lo mejor es la prevención. Administrar a nuestros perros antiparasitarios externos, como los collares especiales o las pipetas que se aplican sobre la piel, y/o internos, la clásicas pastillas. A ello se une una revisión exhaustiva después de los paseos por el monte. Además, en los hogares, la limpieza e higiene de los espacios son básicos para evitar la propagación. Si contamos con jardín, también hay que tomar medidas de limpieza.

En caso de encontrarnos con una garrapata, hay que se extremadamente cuidadosos a la hora de quitarla. Con una pinzas planas de punta fina, hay que sujetar a la garrapata por la cabeza lo más cerca de la piel que se pueda y por la parte más plana. Después hay que tirar hacia arriba con firmeza y suavidad para evitar que se rompa. También se puede girar la garrapata sobre sí misma para soltarla. Después desinfectar con agua y jabón o con alcohol. Hay en el mercado una serie de pinzas especiales para esta labor que conviene tener a mano. De todas formas, en caso de duda, llevarlo al veterinario para que sea el especialista el que haga esta labor.