HACE unos días, mientras veía el Teleberri escuché unas manifestaciones de representantes de una de las marcas de Gazte Koordinadora Sozialista. Los jóvenes marxistas leninistas entraban en campaña, pese a que han decidido no presentarse a las elecciones del 21 de abril; y no lo hacían para propugnar la abstención ni para pedir un voto para la ahora oficial izquierda abertzale agrupada en EH Bildu. ¡Qué va!

El grupo ortodoxo comunista ha hecho su propia lectura del panorama político y, según sus palabras, ha decidido que EAJ-PNV y EH Bildu son prácticamente iguales, llegando a calificar a ambos grupos políticos como “burgueses” cuyas candidaturas han sido asimiladas por el sistema capitalista desde el pragmatismo.

Palabras y palabras, pero no vacías. Me temo que conllevan una clara intención oculta, y en realidad tras la sorprendente grandilocuencia se esconde su voluntad de votar las candidaturas de EH Bildu.

Seguía yo sentado en mi sofá, pensando en las palabras que acababa de escuchar en el Teleberri y no pude evitar intuir que aquellas declaraciones tenían que estar inspiradas en el mismo especialista en mercadotecnia que ha decidido poner gafas de concha a Pello Otxandiano. Todo un ejercicio de marketing que, digamos, tiene su aquel.

Hoy en día es muy raro ver a Otxandiano sin sus ahora sempiternas gafas; pero, no hace mucho, el candidato de EH Bildu aparecía en un reportaje sobre los candidatos que emitía ETB tal y como lucía hace unos meses: sin gafas. Reconozco que, para alguien que he tenido que soportar de niño la gracia sin gracia de ser llamado gafotas, me sorprendió la decisión de los especialistas de la izquierda abertzale de poner gafas a su candidato e, incluso, de envejecerle un poquito con Photoshop.

Hete aquí que el misterio pronto se descubrió. La campaña de la izquierda abertzale convierte esas gafas en seña de identidad, para después dar paso a su estrategia Begirada. Es su nuevo “enfoque en futuro”, que, con eficaz técnica de diseño, dota de imagen profesoral a alguien de quien desconocemos oficio conocido más allá de su militancia como liberado de la izquierda abertzale a través de la marca Sortu. Hemos oído hasta la saciedad sobre su doctorado en Telecomunicaciones, pero no tenemos ni idea de su trayectoria profesional en empresa privada, entidad social o cooperativa o, al menos, de algún detalle de su desconocida gestión institucional.

Volviendo a las juventudes teóricamente díscolas de la izquierda abertzale, estas centraban a Pello Otxandiano y a EH Bildu. Al fin y al cabo, siendo muy parecidos al PNV, el mensaje para el elector medio querría suponer que viene a dar lo mismo votar a unos que a otros, a Bildu o a PNV, qué más da que da lo mismo, parecen decirnos desde la mirada tras las gafas de concha.

De esta forma, queda reforzada esa campaña plana que trata de no provocar ningún tipo de preocupación ante la posibilidad de que EH Bildu llegue a liderar el antes denostado gobierno vascongadillo.

Teniendo ya movilizados a todos y cada uno de sus votantes, el objetivo de la izquierda abertzale ya no es tanto ampliar su base electoral, tragándose los restos de la ahora llamada izquierda confederal; el objetivo es no generar miedo en el resto del electorado, no vaya a ser que las personas que viven en la cómoda abstención decidan despertar de su somnolencia y fastidiarles la fiesta.

Discurso suave, sin palabras altisonantes, sin estridencias. Una música que suena bien a casi todo el mundo, aunque detrás no tenga letra. Una melodía suave sin recordar el pasado, con una agenda simpática, sin apenas aristas que puedan hacer incomodar a buena parte del electorado. ¡Cómo hacerlo si hasta quienes se califican como más radicales equiparan a EH Bildu con el PNV!

No puedo evitarlo. Será mi vena periodística que me hace cuestionarlo todo, pero… ¿será verdad que se ha producido un cambio generacional y ya no mandan en la izquierda abertzale los de siempre? ¿Será que han abandonado la dirección abertzale quienes gestionaron desde la imposición la Diputación Foral de Gipuzkoa (2011-2015) con el puerta a puerta, provocando el turismo de las basuras? ¿Ya no están al frente de la izquierda abertzale quienes en sus feudos siempre han ejercido el ordeno y mando en los pueblos vascos, al tiempo que amedrentaban al adversario político?

Parafraseando a Txema Montero, más parece aquello de “un cazador furtivo transformado en guardabosques”.

¿Sufriremos en este país amnesia y quedaremos hipnotizados por una mirada matizada y suavizada por esas gafas de quita y pon?

¡Ay, cuando escuché a Otxandiano que su deporte favorito es el montañismo, que su pueblo de la infancia es Isaba o que es del Athletic, aunque sus hijas sean de la Real, me pareció que lo reunía todo para votarle! Hasta yo podía olvidarme de que en este país ETA no fue un inevitable ciclo de la historia; que la propia fundación de ETA fue una decisión equivocada que mantuvo en el tiempo décadas y décadas un injusto sufrimiento apoyado desde la izquierda abertzale…

Mucho me temo que para mucha gente ETA ya es solo pasado, un pasado cuyo recuerdo ya no produce rechazo electoral.

Quiero y respeto a personas de mi entorno, quienes nunca justificaron los asesinatos de ETA, y ahora votan o, incluso, militan con entusiasmo en EH Bildu. Confieso que me cuesta entender su postura y suelo terminar pensando que en el PNV nos hemos tenido que equivocar en el acercamiento a esas generaciones más jóvenes.

Y reitero que, en realidad, que ETA sea solo pasado es bueno, muy bueno para nuestro país.

Un viejo alderdidkide suele decirme que el gran triunfo del PNV es que la izquierda abertzale busca su éxito tratando de parecerse lo más posible a quien quiere reemplazar.

EAJ-PNV ya no puede ser el tuerto en el país de los ciegos. Ahora que la izquierda abertzale se ha puesto gafas, EAJ-PNV tiene que volver a ilusionar. Nos toca volver a espabilarnos. Me recuerda a aquellos años setenta en que nos tachaban de partido “viejo y burgues”. Ha cambiado mucho la forma de hacer política, pero creo que nos toca retomar la esencia de aquel partido interclasista, movimiento de masas y popular que conocimos en nuestra ya lejana juventud.

Quienes militamos en el PNV desde que no nos había empezado a salir la barba, reivindicamos décadas de políticas progresistas del Partido Nacionalista Vasco. Nos sentimos orgullosos y orgullosas de haber trabajado desde las instituciones en favor de los colectivos más vulnerables. Sentimos que en nuestro ADN está la colaboración público-social y el apoyo al Tercer Sector Social en beneficio de las personas más desfavorecidas.

Toca iniciar un nuevo eslabón de la cadena, pero desde el orgullo de quienes nos precedieron, y con ganas de transmitir un testigo de progreso social.

Sin amnesia, porque somos conscientes de que los fundamentos de EH Bildu son débiles. No aceptan el suelo ético imprescindible para construir el futuro de este país; de hecho, solo la izquierda abertzale no lo asume. Pero tampoco tienen un programa serio, realista o posible, y, mucho menos, un compromiso de cumplirlo. Carecen de equipos de gobierno con trayectoria y compromiso. No creen en el modelo de colaboración público-privado, pero tampoco en la iniciativa privada o en la social, salvo que la controlen férreamente como sus procesos participativos teledirigidos. Son cortoplacistas. Desconocen los retos clave de futuro. No tienen respuestas; improvisan; funcionan desde la imposición; y, como ocurrió en Gipuzkoa, no gobernarían para todos y todas.

Hay que votar sin amnesia. Toca decirlo alto y claro, para que nadie caiga en el olvido o pueda pensar que no está en riesgo el bienestar alcanzado en este país nuestro gracias al liderazgo de EAJ-PNV.

Y es que, desde el nacimiento en los años cincuenta de la actual izquierda abertzale, surgida con la obsesión de sustituir al PNV, y, tras su destructiva trayectoria de estas décadas, afortunadamente el Partido Nacionalista Vasco sigue siendo la principal garantía del mantenimiento del bienestar de una Euskadi con mayor autogobierno, más justa, igualitaria y solidaria con los colectivos más desfavorecidos.

El Partido Nacionalista Vasco, con su Indar berria, sigue renovando un modelo de la Euskadi de futuro que necesita nuestro país para hacer frente a los retos del siglo XXI. El 21 de abril toca elegir entre memoria o amnesia.